miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA EDUCACIÓN Y SUS FORMAS SUI GENERIS DE SUBJETIVACIÓN

Sí, como dice Moise[1], “la subjetividad es un producto del sujeto y de su relación con los otros”, la escuela tendría que estar muy atenta al tipo de subjetividad que ayuda a construir. No da lo mismo una subjetividad repitente y obediente que una subjetividad ciudadana.
La escuela moderna surge como una forma de dar respuesta a “la tarea de sacar a la humanidad de la minoría de edad produciendo subjetividad adulta y segura capaz de actuar y pensar conforme a la razón”[2]. Para hacerlo, asoció a la infancia con la idea de carencia o vacío. Formó al docente para que muestre lo que sabe y para que exija al alumno que muestre, especularmente, lo que aprendió. Todo ello, dentro del espacio del aula, concebido como el lugar de poder del enseñante. Y, por si todo esto fuera poco, generó una nueva patología: el fracaso escolar.  
Así planteada, está escuela encarna un tipo de significación imaginaria social que Castoriadis[3] denomina “la significación de la expansión ilimitada del dominio racional”. Según este autor, a esta significación corresponden el empresario schumpeteriano y el obrero disciplinado y totalmente cosificado. A ellos, yo agregaría... el alumno cosificado, disciplinado y obediente. Es decir, un alumno concebido como receptáculo vacío a llenar de saberes, como cuerpo salvaje a domesticar, como sujeto a someter a la autoridad del adulto. Así ideado, el alumno pierde la posibilidad de expresarse y de responsabilizarse de sus acciones, ubicando afuera la responsabilidad de su conducta. Y el docente se pierde la mayor gratificación que puede ofrecerle la docencia que es, según Bleger[4], “enseñar a pensar, a actuar según se piensa y a pensar según lo que se hace, mientras se lo hace”.  
Según Lewkowicz[5], y en concordancia con lo expresado anteriormente, “la función que la modernidad le asignó a la escuela fue la de generar hábitos de disciplinamiento y de normalización de modo tal que su paso por allí genere seres útiles para la sociedad, es decir, dispuestos a ocupar los lugares debidos de manera incondicional”. En el logro de este objetivo podríamos ubicar la idea de fracaso escolar, en la medida en que si el mismo no es alcanzado es la escuela la que fracasa.
Pero es claro que la institución educativa no se hace cargo de su propio fracaso y entonces lo traslada al alumno. Así, según Cordié[6], “el niño que no sigue, porque en la escuela es necesario seguir: ante todo seguir el programa - que indica lo que hay que aprender, en qué orden, en qué momento – seguir a su clase, no alejarse del rebaño” es  considerado un alumno en situación de fracaso escolar. Es decir, un alumno que no ha construido una subjetividad repitente y obediente, en el sentido de aquel que repite lo que el docente quiere; en el sentido de aquel que obedece a lo que el sistema capitalista necesita y el mercado anhela.
 Es sabido que desde los primeros días de vida, “al niño lo habitan el deseo de saber, la necesidad de comprender”[7]. Cuerpo y movimiento son sus instrumentos de conocimiento y comunicación. A través de ellos puede “pensar, fantasear, preguntar, sacar conclusiones”[8]. Pero esta matriz de aprendizaje se verá cuestionada al ingresar a la institución escolar, ya que ésta busca, como se dijo anteriormente, desarrollar una subjetividad repitente y obediente, subjetividad que choca con la idea de un niño pensado como “sujeto de la necesidad, del deseo, y desde allí, de la imaginación, la creatividad.”[9] Este enfrentamiento puede generar problemas de aprendizaje, pero no fracaso escolar. Los primeros son problemas cognitivos de índole diversa, lo segundo es un problema institucional. Los primeros competen al alumno, el segundo, a la escuela. Es decir, el alumno no fracasa, es la escuela la que fracasa. Más aún, son el sistema, el método, la formación, el contexto, la sociedad, los que fracasan. A lo sumo, el alumno podrá tener problemas de aprendizaje los que podrán manifestarse como síntoma, como inhibición cognitiva o como dificultades de aprendizajes reactivas.  
Pero las matrices internas de aprendizaje no incluyen sólo los rasgos en ella determinan la ideología dominante. Desde la praxis, “desarrollamos nuestra condición de sujetos cognoscentes, capaces de (...) preguntar y preguntarnos qué es educar, para qué y para quién educamos. Sujetos capaces de cuestionar “los modelos de aprendizaje y los vínculos vigentes en nuestra sociedad”[10].  
Y esto nos lleva nuevamente a Castoriadis, quien nos dice que la significación mencionada anteriormente no es la única posible. Este autor nos habla también de la significación de la autonomía individual y social. Esta autorrepresentación de la sociedad responde a un proyecto democrático emancipador al que corresponde un individuo crítico, reflexivo y democrático. Si este proyecto se encarna en la escuela, los discursos y prácticas educativas que en su interior se desarrollen darán lugar a una experiencia de subjetivación ciudadana. 
Según Lewkowicz, la subjetividad ciudadana se organiza por la suposición básica de que la ley es la misma para todos. Si alguien puede lo que puede y no puede lo que no puede, es porque todos pueden eso o porque nadie puede eso. El ciudadano como subjetividad es reacio a la noción de privilegio. La ley es pareja: prohíbe y permite por igual a todos.  
Y es ley, en su sentido jurídico, el derecho a apropiarse de los saberes que la humanidad ha creado, mediante la enseñanza y el aprendizaje de conocimientos legitimados públicamente. Y es la escuela el espacio privilegiado en el cual se llevan a cabo estos procesos.
Finalmente, a partir de lo expuesto, tal vez sería interesante plantearnos, como educadores, qué tipo de subjetividad queremos ayudar a construir. Tal vez, pueda auxiliarnos a pensar estas palabras de Hobsbawm: “todo lo que forma parte de la sociedad no existe para beneficio de unas minorías privilegiadas. Existe para el bien de las personas comunes y corrientes...”




[1] MOISE, C.  Capítulo 1. En Prevención y Psicoanálisis. Propuestas en salud comunitaria. Bs. As. Paidós. 1998.
[2] GRAZIANO, N. La infancia, el extranjero y el pobre: tres rostros que interpelan la construcción educativa de la ciudadanía. En www.filo.uba.ar/contenidos/sacretarias/seube/revistaespacios/.../40.9.pdf
[3] CASTORIADIS, MC. Capítulo VIII La crisis del proceso identificatorio. En El avance de la insignificancia.  Bs. As. EUDEBA. 1997.
[4] BLEGER, J. Grupos operativos en la enseñanza. En Temas de Psicología. Entrevista y grupos. Bs. As. Nueva Visión. 1987.
[5] LEWKOWICZ, I. Escuela y ciudadanía. En Pedagogía del aburrido: escuelas destituidas, familias perplejas. Bs. As. Paidós. 2005.
[6] CORDIÉ, A. Primera parte. En Los retrasados no existen.  Bs. As. Nueva Visión. 1990.
[7] CORDIÉ, A. Op. cit.
[8] QUIROGA, A.  El sujeto en el proceso de conocimiento. En Enfoques y perspectivas en Psicología Social.  Bs. As. Ediciones Cinco. 1986.
[9] QUIROGA, A. Op. cit.
[10] QUIROGA, A. Op. cit.

lunes, 15 de diciembre de 2014

AMPLIACIÓN DE LA JORNADA ESCOLAR EN EL NIVEL PRIMARIO

“Para que los niños sean capaces de escribir el futuro, desde un presente incierto como el que vivimos, es necesario construir las condiciones, el escenario, poner en acción una puesta en escena arriesgada pero inevitable. Requiere que nosotros los adultos... asumamos el rol que nos compete... y desde la puesta en práctica volvamos a proyectarnos desde nuestro mundo de adultos hacia el mundo de los niños. Son ellos quienes nos necesitan a su lado... los niños están allí, lápiz en mano, dispuestos a escribir el futuro.” 
Civarolo Arpón y Fuentes Torresi

El presente incierto en el que vivimos se ve dominado por la presencia del mercado y el consumo regulando la vida social y nuestros modos de percibir el mundo y actuar sobre él. En este contexto, los adultos corremos el riesgo de ubicar a los niños y niñas en posición de sujetos autónomos y todopoderosos, olvidando que, en realidad, estamos frente a sujetos que requieren de nuestro cuidado. Cuidado no sólo físico, sino también simbólico, transmitiéndoles la lengua y la herencia cultural.
En este sentido, la política de ampliación de la jornada escolar en el nivel primario, establecida por la Ley de Educación Nacional en su artículo 28, tiene por objetivo ofrecer a todos lo que hoy es patrimonio de pocos. Hablar de todos los niños y niñas, implica hablar de todas las escuelas primarias del país, por lo tanto, esta línea de acción está agrupada entre las políticas de profundización de la igualdad.
Y hablar de igualdad como un principio orientador de las políticas educativas, implica pensar en este concepto desde la política, es decir, pensar en cómo intervenir sobre la realidad para que algo de otro orden sea posible. Así, producir igualdad es, entre otras cosas:
ü  Reconocer que todos los chicos tienen la capacidad de aprender en la escuela, si ésta es capaz de brindar las condiciones necesarias para lograrlo.
ü  Reconocer que todos los chicos tienen derecho a aprender y a conocer todos los saberes.
ü  Reconocer que para que todos los chicos puedan aprender será necesario enseñar lo mismo, pero con distintos tiempos y estrategias.
Tanto ésta como las restantes líneas de política educativa persiguen la igualdad, no en el punto de partida, sino en el punto de llegada. Por ende, con ella se busca lograr que los chicos y chicas que transitan la escuela primaria se apropien de los múltiples saberes que ella ofrece de manera tal que su trayectoria escolar real sea lo más cercana a la trayectoria escolar teórica.
Hoy está claro que las trayectorias escolares están fuertemente asociadas a las características de la organización de la escuela, por lo tanto, acortar las distancias entre las trayectorias teóricas y las reales se transforma es una de los objetivos prioritarios del sistema educativo nacional. Para tener una dimensión más acertada acerca de la distancia que las separa, se hace necesario que, tanto a nivel nacional, como a nivel  jurisdiccional e institucional, se analicen cuatro indicadores de proceso: promoción efectiva, repitencia, sobreedad y abandono. Tener claridad sobre el nivel alcanzado por cada uno de estos indicadores y sobre su evolución año tras año, permite identificar problemas ligados a la inclusión educativa e intervenir para mejorarlos.
En este punto, podría decirse que la línea política que se está analizando pretende ser un vehículo para superar problemas relacionados con la sobreedad y el abandono ya que una de las problemáticas detectadas indica que, a nivel nacional, uno de cada cuatro niños no termina regularmente la escuela primaria, y en algunas provincias esta proporción alcanza casi a la mitad de los chicos. Así, para muchos niños y niñas, las oportunidades de transitar por el nivel con una trayectoria continua y completa se torna una misión altamente dificultosa o, en algunos casos, imposible.
Si bien estas desigualdades en las trayectorias se asocian, generalmente, a las características socioeconómicas del contexto, los problemas escolares tienen básicamente una solución pedagógica. Es por ello que la ampliación del tiempo de la jornada escolar debe entenderse como una decisión política que busca mejorar las condiciones de enseñanza y de aprendizaje en la escuela, priorizando el derecho de los niños y niñas a aprender más y mejor.
Más tiempo en la escuela para aprender; más tiempo en la escuela para enseñar. Más tiempo en la escuela para cumplir la función social e histórica que le es propia: educar.
Pero educar a todos, fortaleciendo la enseñanza de los contenidos de todas las áreas del currículo e incluyendo temáticas de la agenda contemporánea de interés social y educativo para la formación integral de nuestros niños y niñas, ampliando su universo cultural. En otros términos, la ampliación de la jornada escolar brinda la oportunidad de abrir la puerta de la escuela a “otros mundos”, de manera tal que efectivamente tengamos “todos los mundos en la escuela”.

En síntesis, TODOS dentro de la escuela primaria, transitando una trayectoria continua y completa, APRENDIENDO, para que el punto de llegada se transforme en el punto de inicio de un nuevo recorrido, la escuela secundaria.

BIBLIOGRAFÍA

·    Civarolo Arpón, María Mercedes y Fuentes Torresi, María Angélica (2013). Miradas de educadores y padres sobre la infancia actual”, en Revista Latinoamericana de Educación Infantil. Vol. 2 (3), diciembre.
·     Pitman, Laura. (2014). Clase Nro 1: Chicos de hoy, chicos de siempre. Qué cambió y qué permanece. Módulo 2: Infancia, escuela primaria y TIC. Políticas y perspectivas Especialización docente de nivel superior en Educación Primaria y TIC. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
·   Pitman, Laura. (2014). Clase N° 2: Pasado y presente de la escuela primaria argentina. Módulo 2: Infancia, escuela primaria y TIC. Políticas y perspectivas Especialización docente de nivel superior en Educación Primaria y TIC. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
·     Pitman, Laura. (2014). Clase Nro 3: Políticas educativas para la escuela primaria - Puntos de partida. Módulo 2: Infancia, escuela primaria y TIC. Políticas y perspectivas Especialización docente de nivel superior en Educación Primaria y TIC. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
·    Pitman, Laura. (2014). Clase N° 4: Políticas educativas para la escuela primaria - Líneas de trabajo. Módulo 2: Infancia, escuela primaria y TIC. Políticas y perspectivas Especialización docente de nivel superior en Educación Primaria y TIC. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
·    Equipo de Nivel Primario (s/f). Política Nacional Para la ampliación de la jornada escolar en el Nivel Primario. Más tiempo, mejor escuela. Documento de apoyo para los equipos técnicos que acompañan a la escuela. Ministerio de Educación. Presidencia de la Nación.